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28. Ser o no ser

DESTELLOS EN EL CREPÚSCULO

28. Ser o no ser

En una tarde otoñal he caminado sobre el mar, viento ligero de poniente, nubes blancas y rosas con recovecos negros, azules de profundos infinitos, gaviotas de vuelo elegante, sol tenue de ámbar,…

Solo soy un pobre mortal que orillea por las aguas y asienta sus pies sumergidos en la suave arena. He dialogado conmigo mismo.

Hace ya años que atravesé el ecuador y algún que otro paralelo de mi vida, pero me siento joven para amar, aprender, sentir… Y espero continuar con mucha andadura por delante, aunque eso depende del destino.

Somos afortunados por vivir, somos excepcionales. Con tantas variables, casualidades, combinaciones y millones de espermatozoides posibles, una auténtica lotería hizo el milagro de nuestra vida.

A mí la muerte me gusta contemplarla con la siguiente reflexión: en nuestra existencia no importa tanto la largura del camino como el equipaje que llevamos, y cómo la afrontamos.

Una de las claves la manifestaba ya Alejandro Magno: contemplar nuestra existencia como si fuéramos a vivir siempre, como si pudiéramos morir mañana. Hemos de aceptar sin miedos nuestra vida impredecible.

Otras de las esencias para no perder el rumbo son buscar la serenidad interior y el anhelo de felicidad para hacer más felices a los que nos rodean.

En el caminar de la vida hay tantos nubarrones negros como elementos maravillosos, disfrutémoslo, aprendamos de las caídas y evitemos los enfados estériles.

Seamos conscientes de lo trascendente, de lo que de verdad importa, de nuestro tiempo limitado y no alimentemos tanto nuestro ego.

Aceptemos con filosofía nuestra muerte, aunque nos pese, incluso con agradecimiento si hemos tenido la suerte de haber disfrutado de una existencia plena y haber llegado hasta el final con una cierta calidad de vida.

Por supuesto, no todas las muertes son iguales y casi siempre provocan en los más cercanos un gran dolor y un enorme vacío. No olvidemos nunca a los seres queridos que ya no están y recordemos sin tristeza los buenos momentos vividos.

Como iluminó Sócrates, la muerte supone alcanzar un sueño eterno sin pesadillas ni dolores y formar parte del cosmos donde estábamos antes de nacer. O bien, encontrarnos con la sorpresa agradable de afrontar un más allá, sin ningún temor al haber sido consecuentes con nosotros mismos.

Mientras tanto, vivir con intensidad. Insisto: sin miedos, con alegría y con cierta autonomía hasta el final. Y cuando llegue el momento que ha de llegar, dejar la existencia sin desgarro.

Por ello, soy un firme partidario de la eutanasia responsable y justificada que se debate en el Congreso de nuestro país estos días.

Estoy a favor de una muerte digna. En una situación irreversible y sin salida, poder optar y decidir con libertad, tú o los tuyos, si es tu voluntad, un adiós sereno sin alargar los tiempos innecesarios.

Es un derecho la libertad del paciente a una muerte serena, a restar sufrimiento, a poder elegir, sin que esta afirmación implique renunciar por ello a la mejora necesaria de los cuidados paliativos en nuestro país y a la libertad médica.

El tema de la muerte en nuestra cultura occidental actual es tabú. En sociedades civilizadas con principios humanos avanzados, la eutanasia debe ser un derecho, según la libre conciencia de cada uno, y no un delito.

Que nadie se equivoque… Soy un amante de la vida y de la brisa de aire que me acaricia todos los días, un superviviente, un luchador que nunca se va a rendir… Pero cuando llegue lo inevitable para todo ser vivo, quiero restar penas y hacer un tránsito sereno y digno, una despedida sin agonía, con amor y amistad.

A mí me gustaría morir con las botas puestas, sin dramatismo, despedirme de la vida y de mi entorno con una sonrisa y brindando agradecido por la oportunidad que he tenido de haber vivido, de ser afortunado, de amar y ser amado.

Carlos Algora

2018-11-07T10:10:08+01:00 7 noviembre, 2018|Destellos en el Crepúsculo, Noticias|0 Comments