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5. No Pienso Vivir Con Amarguras

ODISEA DEL AUTOR – EL MAESTRO DE LA MANO NEGRA

5. No Pienso Vivir Con Amarguras

En el otoño de 2014 desperté de una pesadilla que parecía increíble, incluso novelesca por la sorpresa y los giros que había tenido, pero que era real y debía de afrontarla. Por mi parte, asumí con firmeza un desafío: no pienso vivir con amarguras, ni ánimo decaído, eso sería darles ventajas a las células malignas. Yo no les voy a dar ninguna, aunque soy humano. No quiero a mi alrededor personas pesarosas ni negativas, sino lo contrario, vitalistas, lúdicas y alegres. Haré cosas que me gusten y pueda hacer, pese a mis limitaciones, tales como ver una buena película, conversar, leer, jugar, amar, escribir, mirar la lluvia, la lumbre chispeante en una chimenea, o la luz del sol… La existencia es una lucha y hay luz después del túnel. Nuestros espíritus y sueños pueden ser eternos. Nosotros somos mortales, pero formamos parte del universo, somos polvo y luz de las estrellas.

Con un buen amigo inicié un camino de crecimiento interior, meditación y aprendizaje. Yo estaba, igual que él, recién jubilado y ambos teníamos desafíos personales de enfermedades consideradas incurables. Ambos nos ayudamos como quijotes dispuestos a luchar contra nuestros molinos gigantes del miedo.

En nuestro desarrollo personal, el primer libro de lectura comentada fue El efecto placebo eres tú, de Joe Dispenza. Los debates eran intensos para exprimir al máximo nuestras lecturas.

«Nuestros pensamientos son esenciales para que nuestro cuerpo pueda obrar milagros. Si tenemos fe y constancia en el tiempo, con la ayuda de otros especialistas, podemos elegir nuestro propio destino: la sanación» le decía.

Me operaron a finales de noviembre de 2014 para descomprimir la médula ante el riesgo de quedarme paralítico. Para caminar tenía que llevar un incómodo corsé, pero podía disfrutar de movimiento. Antes de la intervención, varias veces desafié a mi destino, cogí la bicicleta con el corsé puesto, me subí hasta el último peldaño de una escalera… Sabía que una caída podía ser fatal, me limitaba a tener prudencia dentro de la temeridad. No quería tener miedo a nada. ¿Desafiaba a la muerte? No tengo miedo a la muerte, me decía. Era curioso, pensaba en mi personaje de creación literaria Miguelillo Ajorcajambre. Mi novela, El maestro de la Mano Negra, con muchas zozobras, seguía su curso.

Mi situación era, pues, complicada, tenía cáncer con metástasis, un par de vértebras aplastadas, la médula comprimida y el riesgo de quedarme tullido. Nada de dramas, persistía. La amistad era para mí más importante que nunca. Si algún amigo anonadado por mi enfermedad no respondía, lo provocaba:

―Todavía no me he muerto. Además, estoy seguro de que me puedo morir antes o después que tú.

                                                                                                                  Carlos Algora

2020-07-06T10:03:12+02:00 7 mayo, 2020|Noticias, Odisea del Autor|0 Comments