DESTELLOS EN EL CREPÚSCULO
31. Caminante de la vida
Como dijo el poeta: “Se hace camino al andar”, has de abrir tu propia senda de vida. Caminante gózala.
Contempla absorto la flor del cerezo, la fragancia suave del azahar o la dulzona de la yerbabuena, las caricias del amor, el tintineo del agua en la frescura del arroyo, o las delicias del manjar que se deshacen en el paladar… La vida es tan hermosa… Déjate seducir, déjate sorprender.
Valora lo mucho que tienes, los placeres sencillos. Aprecia la belleza de lo cotidiano. No anheles tus carencias, sé espartano en tus necesidades.
La existencia es maravillosa, pero vivir implica riesgos. En la tormenta sé como el flexible junco.
Somos ciclos desde el albor de los tiempos, como las espigas doradas que se balancean con la brisa. Nacemos, nos multiplicamos y morimos. ¿Cuántas generaciones?… Tantas como conchas en la mar.
La muerte es tan natural como el nacimiento. El fallecimiento va unido a la tristeza de una vida que se va y el alumbramiento a la alegría de una vida que comienza.
No te lamentes ante un escollo. No lo magnifiques. Si quedas descalzo sobre la afilada roca, no te precipites al abismo.
Fulmina los miedos, son lastres que paralizan o asfixian. Acepta la existencia con sus aristas más agudas. Ten confianza en la vida.
Busca aprender, sé prudente pero no seas como el perro que se esconde con pánico de los truenos que no comprende.
Bucea en la serenidad y la paz interior hasta encontrar tu senda. Vive en el ahora, gratifícate con los bellos recuerdos del pasado y mira con esperanzas y sin pesares el futuro.
Acepta tus limitaciones y aprende a vivir con ellas. Cuídate, muévete, busca sanar. Sé atractivo para ti mismo.
Nuestro ser es muy vulnerable, pero jamás nos vamos a rendir. Nunca te acobardes, una dosis de atrevimiento calculado, sin riesgos, te reconforta.
No te encierres en ti, no enjuicies, no te juzgues mal, abre tu alma a los amigos. Sonríe con dulzura, llora…, porque somos maravillosamente humanos.
Ilusiónate con tus proyectos, pero no te des tanta importancia, ni a lo que haces. Quiérete, pero ríete de ti mismo.
Rebaja tu orgullo. Destierra los enfados estériles que solo alimentan tu ego.
Aprende a escuchar, a no querer llevar siempre la razón. Sé buena persona, busca dar y ayudar sin esperar nada a cambio. Haz que tu entorno sea más feliz.
Valora el amor, la amistad, la familia… Son elixires para tu salud y tu vida cuando más los necesitas.
Si no das un salto de alegría es que no sabes valorar lo mucho que atesoras. Si eres mayor y tienes nietos, considéralos una bendición del cielo.
Acepta a los demás como son. Acepta con humildad lo que eres.
No te vanaglories, ni te humilles. Al final, somos solo una mota de polvo perdida en la inmensidad del universo y del tiempo.
Carlos Algora