Mi pensamiento quiere ser solidario, de ayuda, de comprensión, de saber escuchar.
Sé bien lo que es el dolor y el sufrimiento…
Si sucumbimos al pesar, ¿es que acaso no somos humanos?
No somos héroes, vulnerables somos al sufrimiento y al malestar.
Si tocamos fondo, lo aceptamos sin lamentaciones. No somos dioses.
Si caemos, desahogamos sin complejos nuestro dolor.
Cuando el aliento del ánimo nos insufle el corazón, nos levantamos.
Nuestro esfuerzo nos hará titanes, aunque nos arrastremos y nos duela el alma al respirar.
Si combatimos con ánimo la enfermedad y aceptamos la dura realidad, nos fortalecerá.
El dolor es una percepción, si logras afrontarlo sin resistencia, con distracción y serenidad es más fugaz.
Varios másteres sobre el sufrimiento he seguido, observando y aprendiendo de mi dolor.
Si interpretas bien a tu cuerpo puedes prevenirlo o atenuarlo. Mejor aún si encuentras una terapia positiva o al especialista que precisas.
Para confrontar mejor nuestro desafío, la mejor arma es la serenidad interior.
He llegado a la conclusión de que la serenidad interior es la base principal de la felicidad.
Son los tiempos de silencio, meditación y relajación a los que aludo en los Destellos, los que mejor nos pueden ayudar a encontrar la serenidad.
Serenidad aderezada con otros ingredientes, como fortaleza, paciencia y la alegría de ser.
La confianza en tu destino, la fortaleza mental, afrontar los miedos, el desapego… nos ayudarán a encontrar el remanso de paz que buscamos.
SI LOGRAMOS LA SERENIDAD INTERIOR, LA FELICIDAD NOS ACARICIARÁ COMO UN SOL EN EL CRUDO INVIERNO.
Carlos Algora