La medicina salva vidas, su labor es esencial. Contribuir a la investigación médica es una necesidad de cualquier sociedad avanzada que se precie.
Es cierto que en la medicina alternativa puede haber charlatanes; pero es también un error que las farmacéuticas y la cúpula médica oficial demonicen los tratamientos naturales.
En España se llegó a limitar la venta de la planta Stevia, un edulcorante natural de reconocidos beneficios. Una medida tan absurda como lo fue el pretendido impuesto al sol.
La medicina convencional no es perfecta, atiende a los síntomas más veces de las deseadas. Sin embargo, es en la que más confiamos y más nos cura en las enfermedades graves.
A veces los tratamientos producen graves efectos secundarios, incluso la muerte. En los EEUU, la tercera causa de fallecimiento se debe a los tratamientos médicos oficiales.
Un tratamiento médico de quimioterapia me hizo bordear la muerte, otros me han salvado la vida.
Necesitamos nuevos ensayos y avances farmacológicos para abordar con éxito nuestras metástasis sin dañar más nuestro exhausto sistema inmunológico.
Mientras tanto, otras vías buscan la sinergia entre la quimioterapia que sana, aunque con el paso del tiempo destruye las defensas del organismo, con otros medicamentos, dietas o tratamientos naturales menos agresivos. La alternativa podría ser la reducción de las dosis o la ampliación de los períodos de descanso.
Resulta una paradoja debilitar un cuerpo enfermo con tratamientos prolongados de quimioterapia; recuerda la práctica médica antigua del sangrado de los enfermos graves que los dejaba aún más indefensos.
Es preciso, pues, una investigación que supere la quimioterapia que daña y envenena también a las células sanas.
El cuerpo es sabio, no podemos anular sus defensas y posibilidades de recuperación con tratamientos agresivos.
Difícil equilibrio entre atajar la enfermedad y cuidar el sistema inmunológico.
La mejor farmacopea está en tu propio cuerpo. Saber interpretar las señales que el organismo nos da, es esencial. La observación científica con las analíticas oportunas es primordial.
¿Qué medicina es la mejor? La que cure con menor coste para el organismo, sea convencional o natural. TU CUERPO SE EXPRESA, SOLO HAY QUE SABER INTERPRETARLO.
Los metastásicos con más tiempo de tratamiento vivimos al filo de la navaja: por un lado, nos acecha el cáncer; por otro, una infección a consecuencia de la bajada de defensas.
Con la ayuda de sanadores, como llamo a los especialistas en los que tengo confianza, y la observación de mi cuerpo, trato de encontrar ese equilibrio.
Según William Osler, un prestigioso médico canadiense considerado el padre de la medicina moderna: “El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad”.
La investigación es imprescindible, pero no tenemos todo el tiempo del mundo. Los metastásicos tenemos una realidad de presente.
Se abren nuevas vías inexploradas y esperanzadoras como la Inmunoterapia, y fármacos más precisos, personalizados, a la carta según la mutación genética y el ADN del paciente sin que afecte a las células sanas.
La prevención es vital para evitar la temida metástasis. Un análisis de sangre que detecte si existe mutación genética es esencial para personas con antecedentes familiares de Paraganglioma.
Un tratamiento intravenoso para fortalecer nuestros castigados huesos por la metástasis, el Zometa (ácido zoledrónico, de los medicamentos llamados bisfosfonatos), de apariencia inofensiva, nos puede provocar con la simple extracción de una muela una necrosis en la mandíbula.
Dependemos de un tratamiento convencional, pero soy firme partidario de complementar con otras alternativas naturales que hemos de saber vigilar y controlar.
Soy un entusiasta partidario de la fortaleza mental que no tiene contraindicaciones:
– Mantener el ánimo y ser como un junco cuando arrecia la tormenta.
– La meditación que serena tu cuerpo.
– La afirmación con mantras positivos que adaptas a tus circunstancias.
– La visualización de sanación.
Y tantas otras opciones que aludo en mis Destellos como la alimentación, la actividad física gradual, el contacto con la naturaleza… En definitiva, terapias alternativas que fortalecen nuestro ser integral, sin efectos secundarios.
Pese al incremento del cáncer, el presupuesto de investigación en el pasado año no superó en España el de hace diez años. En nuestro país muere un enfermo por esta enfermedad cada tres minutos.
Por fortuna, el paraganglioma tiene una evolución lenta. Permite una segunda oportunidad que no dan otros tumores más agresivos.
Por contra, las multinacionales farmacéuticas no atienden a los cánceres raros ni a tratamientos naturales de fácil consecución porque no son negocios.
¿Quién debería apoyar la investigación de las enfermedades raras? Debería ser asumido por un Estado social.
Ante la ausencia o escasez de dinero público que respalde las investigaciones de las enfermedades minoritarias, son los pacientes los que hacemos muchas veces la árida travesía del desierto.
La labor solidaria de Pheipas va más allá del apoyo a los enfermos y familiares y apuesta también por la investigación.
Como lo hace la fundación sueca Paradifference y el hospital NIH, en la capital de USA, donde trabaja también una investigadora de Pheipas, la doctora Tena.
Pocos gobiernos reman a favor en las enfermedades minoritarias. El insólito presidente Trump recorta los presupuestos de investigación para incrementarlos en armamentos.
Pese a todo, soy optimista. Confío en que un día cercano y feliz la investigación fructificará y nuestras esperanzas se colmarán. Así sea.
Bienvenida la ayuda a la investigación contra el cáncer para los que nos sentimos como náufragos asidos a la esperanza de la sanación en el abierto mar.
Bienvenida la ayuda para los que confiamos en cruzar el desierto de la rara enfermedad, encontrar la sanación y la paz.
Carlos Algora